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Edición Octubre - Noviembre 2023 Más deporte, mejor país

Olas que calman – Fundación Astro Perú

¿Puede la práctica del surf servir como terapia para niñas y niños con autismo? Con esa duda nos fuimos a Chiclayo, para conocer la labor que realiza la Fundación Astro Perú. Esta es su historia.

Escribe: José Rubén Yerén
Fotos: Marco Núñez

Son las tres de la tarde y el sol arde en lo alto del malecón de Pimentel. Una cruz de madera se yergue en una pequeña plazuela del barrio. Al frente, una pequeña casa blanca llama la atención por la tabla de surf amarilla que está apoyada en una de sus paredes. Adentro hay otras seis tablas, colocadas en un estante de madera. Al costado, un colgador con pequeños trajes de surf. Una niña acaba de llegar y busca su wetsuit. “Hola, princesa. ¿Por qué no has venido ayer?”, le pregunta Luis Galán a la niña, que lo abraza efusivamente.

Aquí funciona la Fundación Astro Perú, asociación que promueve el surf como terapia para mejorar las habilidades sociales y emocionales de niñas y niños con trastorno del espectro autista (TEA). Luis, 36 años, buzo profesional y surfista, es su director. La casa es de sus padres, quienes le cedieron el espacio de la cochera para que allí funcione esta escuela de surf.

“Es un sueño que tenía desde hace años”, cuenta Luis, quien saluda cariñosamente a los niños y niñas que siguen llegando. Dice que quería ayudar a la infancia de Pimentel, pero no tenía claro cómo, hasta que una amiga le comentó que el surf podía servir también como terapia para niños con el trastorno del espectro autista (TEA). “Yo no sabía bien qué era el autismo, pero me puse a investigar, vi que podía hacerlo y me lancé”, recuerda.

Tenía la idea, le faltaban los niños. Conversó con Milagros Astorga, amiga que tiene un hijo con TEA y le explicó el proyecto. Milagros aceptó. Kalel, su hijo de cinco años, fue el primer niño con el que se inició el piloto. “Kalel era muy tímido. Tenía miedo al mar. Muchas personas me decían que era peligroso, pero yo sabía que la terapia podía ayudarlo; además, conozco a Luis, es buzo. Confié en él y vinimos”. Era diciembre de 2020. El sueño era ya una realidad.

En marzo de 2021 se constituyó la Fundación. Para entonces, tenían 20 niños. Gracias a amistades y a diversas actividades profondos, se consiguieron más tablas y los wetsuit que prestan a los niños para las clases.

Actualmente, Astro Perú atiende gratuitamente a 135 niños y niñas -de seis años en adelante- con diferentes grados de autismo. También hay niños con síndrome de Down. Los pequeños se reúnen los sábados y domingos en este balneario para practicar surf, pero también para socializar con sus pares, aprender a ser más independientes y manejar sus emociones. Un total de doce instructores voluntarios hacen posible esta labor. “Solo tenemos seis tablas. El ideal sería tener al menos una tabla por instructor, pero ahí nos arreglamos con lo que tenemos”, explica Galán, sonriendo. “Queremos ayudar a estos niños, que son excluidos solo por tener una condición distinta a la nuestra”.

El mar como terapia

El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición de origen neurobiológico que afecta la forma cómo las personas procesan cierto tipo de información, alterando sus habilidades sociales, la comunicación y su comportamiento. Según estimados de la asociación Autismo Chiclayo, uno de cada 80 niños en el Perú presenta este trastorno.

Ivonne Pantoja Chávez, fundadora de esta asociación, señala que el surf ayuda a regular la falta de procesamiento sensorial en el cerebro de los niños. “El balanceo del mar, el olor, el sonido, el movimiento, las texturas, estimulan ese procesamiento. Además, estar en contacto con otros chicos de su edad estimula su desarrollo social. Es importante que los niños con TEA tengan acceso a este tipo de terapias”, agrega.

Unos 20 niños, acompañados de sus padres, han venido esta tarde a surfear. Casi todos llevan puesto el traje de neopreno y esperan, bajo la sombra del árbol ubicado frente a la casa, la señal para bajar al mar. Otros recién están colocándose el bloqueador en el rostro. Molly, una perrita blanca con manchas negras, juega con uno de los niños. Molly es la engreída de Luis, quien la adoptó hace año y medio. Las familias llegan de diversas zonas de Lambayeque: Chiclayo, Ferreñafe, Pomalca y hasta desde Jallanca, ubicada a hora y media de esta playa.

Manuel Ternero acompaña a su hijo Klaus, de nueve años. Son de Chiclayo. Hace dos años una sobrina le habló sobre la escuela. Se animó a probar y desde entonces no han dejado de venir cada fin de semana. Dice que el mar relaja a su hijo, además de haber regulado su ansiedad y mejorado su sueño. Y ahora es más comunicativo. “En el colegio ya no rehúye el contacto, juega con otros niños. Antes no se dejaba abrazar ni por la familia; ahora saluda, es más cariñoso”, agrega. Cuenta que ha convencido a varias familias del centro de terapias donde asiste Klaus para que también traigan a sus hijos a las clases. “Es una gran ayuda. Seguiré viniendo hasta que me digan que ya no venga”, añade sonriendo.

Una tabla para ser felices

El grupo ha emprendido el camino al mar. Niños y adultos descienden por una colorida escalera. Un polo blanco identifica a los siete instructores que han venido esta tarde. Los hombres bajan cargando las tablas de surf sobre sus cabezas. Dos padres vigilan que ningún auto pase mientras la caravana cruza la pista que separa el final de la escalera del balneario. Un par de minutos y, por fin, la playa.

Luego del calentamiento y juegos, niños e instructores se cogen de la mano, formando una cadena, y corren en paralelo a la orilla del mar. Un rato después, están en el agua. Luis jala una soga atada a una de las tablas de surf sobre la que va echada una niña. La salpica con agua. Ambos ríen. Cerca de ellos, un niño avanza dando pequeños brincos, de la mano de su mamá, que ha entrado al agua con él. En la orilla, una niña juega con Molly, que ya tiene las patas mojadas.

Un niño de wetsuit celeste hace equilibrio sobre una tabla, sostenida por Julio Ubillúz, uno de los instructores. “Pasar con ellos una o dos horas, ver sus sonrisas, es fabuloso. Nos vamos contentos a casa. La terapia es también para nosotros”, asegura. Zuly Gonzales, también instructora, juega en la arena con los niños que no desean ingresar al agua. Cuenta que hay niños que ya se paran en la tabla. “Pero la idea no es solo que aprendan a surfear, sino que se diviertan y se relajen”, añade.

Para Luis Galán, la mayor satisfacción es ver el progreso de estos niños. “Ver sus sonrisas, verlos jugar en el mar, que te saluden, ¡que te abracen!, no tiene precio”, afirma antes de regresar al agua.

Lisset Díaz es mamá de Daleshka, niña de 13 años con síndrome de Down. Están en Astro Perú hace un año. “A mi hija le encanta el mar, ya no tiene miedo. Y es cada vez más independiente”, asegura. Por ahora lucha con ella para que salga del agua. “Si no sales, no hay helado”, se escucha. Konnie (13) también tiene síndrome de Down. Susan Chirinos, su mamá, cuenta que llegaron hace cinco meses. “Me gusta mucho surfear. También me gusta manejar bicicleta y jugar con mi hermana”, dice Konnie.

El sol empieza a ponerse. Es hora de partir, pero Kalel, el niño que le dio vida al proyecto, no deja de bracear, montado sobre la tabla de surf. Y no deja de reír. Hoy tiene ocho años y es mucho más desenvuelto, independiente y tiene la confianza suficiente para intentar comunicarse. “Si no lo entienden verbalmente, busca la manera de hacerse entender con gestos y señas”, cuenta Milagros, su mamá, a quien le brillan los ojos viéndolo divertirse así en el mar. “Yo escucho Astro Perú e inmediatamente pienso en cambio. Ver a mi hijo relacionarse con otras personas me llena de orgullo”.

Luis sueña con tener más sedes y ayudar a más niños. Confía en que haya gente de buen corazón que quiera ayudar. “Ojalá haya más locos como yo”, dice sonriendo. Recuerda que cuando empezó este sueño, algunas personas intentaron desanimarlo. “¿Para qué lo vas a hacer? Vas a perder tu tiempo, no vas a ganar nada. Son niños que no te van a hacer caso- me decían. Míralos. Son felices. Cómo no vamos a ser felices nosotros”.

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TESTIMONIO

Ivonne Pantoja Chávez
Autismo Chiclayo

  • La asociación Autismo Chiclayo atiende voluntariamente a 800 familias de la región Lambayeque, orientándolas en el tratamiento de sus hijos con Trastorno del Espectro Autista (TEA).
  • Los niños con TEA tienen sensibilidad para reconocer a quién la agradan y a quién no. Sienten tu empatía, amabilidad y cariño. Si se sienten a gusto y seguros, te van a regalar cariño y afecto.
  • En la región Lambayeque hay un solo neuropediatra para toda la región Lambayeque. Eso genera que el 90 % de familias acuda a la consulta privada. Además, los padres no sacan el carnet del CONADIS. Esos dos factores hacen que sean invisibles para el Estado,
  • Queremos ayudar a las familias a que detecten a temprana edad los casos de TEA en sus hijos, para que reciban terapia, educación y sean adultos que puedan valerse por sí mismos y contribuir a la sociedad como cualquier otra persona.

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