Edición 126 Oct – Nov 2023 Deporte nacional

Gianna Velarde, la motera invencible

Gianna Velarde, con su carrera de motociclista y ahora empresaria, nos enseña que no hay prueba que pueda vencerte si mantienes la convicción para realizar tus sueños. Conoce más sobre la primera motera peruana en un Rally Dakar que pasó a dirigir con éxito dos talleres especializados en motos en San Bartolo y Lima.

Hace 14 años, en San Bartolo, se subió por primera vez a una moto sin pensar que desde ese momento se convertiría en su instrumento para no dejarse vencer. Gianna Velarde, motociclista peruana, nos recibe en su segundo hogar: el balneario limeño donde hace un año inauguró Motoschool, un taller para moteros off road que, como ella, aman los terrenos duros. Este año vio la luz también Motocool, un concepto de taller en Lima para mantenimientos express, venta de repuestos y otros servicios como lavado de cascos, guantes, entre otros.

A Gianna le apasionan los retos, y es que encontró en ellos la mejor forma de probarse a sí misma que no hay obstáculo o cerro que la obligue a rendirse. A los 15 años fue un cáncer; a los 24, un Rally Dakar, y a los 28, la vida de empresaria. Ponerse el casco y subirse a una moto la hizo verse no como víctima de una enfermedad, sino como una piloto mujer que se atrevía a lanzarse a la pista, superando cualquier temor y prejuicio.

Trepar cerros a bordo de una moto, que de niña odiaba porque le disputaba la atención de su papá –Francis Velarde, quien fue luego el que la llevó al mundo del motociclismo–, le dio fuerza para seguir en la ruta de la vida. Tuvo la satisfacción de competir en carreras de enduro, rally y motocross que la llevaron a diferentes países, como Chile y Ecuador, y en el 2019 a sortear los duros caminos del Perú en la carrera de rally raid más exigente del mundo, convirtiéndose en la primera mujer motociclista del Perú en correr un Rally Dakar.

“Hoy en día hay un poco más de mujeres, pero cuando yo empecé no había ninguna”, nos cuenta respecto a sus inicios. El hecho de ser mujer nunca la limitó, pero los comentarios desagradables como “que me ganen todos menos las chicas” no faltaron, ya que en las competencias se miden por igual. Gianna recuerda que en el Dakar a su mecánico le dijeron “esa moto no va a durar ni un día” y hasta la esposa de un motero la felicitó luego de la primera etapa con un “no pensé que ibas a terminar”, lo que lejos de desanimarla la incentivó a hacer del motociclismo su estilo de vida.

Persistencia y aprendizaje

¿Pensó alguna vez en desistir? Gianna recuerda una ruptura sentimental que imaginó marcaría el fin de su mundo con las motos por el fuerte vínculo que se había generado con esta persona alrededor de la práctica del deporte. “Dije ‘ya fueron las carreras para mí’, y a los cuatro meses me inscribo al Dakar. A veces percibes como una desgracia algo que puede ser en realidad una oportunidad”, nos comenta al rememorar aquel año de mucho sacrificio que le dejó grandes enseñanzas, sobre todo a trabajar en conjunto para lograr sus objetivos, lo que ha sido la base de su formación como empresaria.

Después de haber pasado por las diferentes disciplinas del off road considera que en el enduro le va bien porque ha ganado agilidad en el rally, pero a lo que se quiere dedicar –muestra una vez más de ese carácter invencible– es al hard enduro, que es la modalidad más exigente en este tipo de motociclismo, en la que puedes demorarte una hora en un tramo de 10 metros. “Soy pequeña y es el que más me cuesta, pero uno tiene que mejorar en aquello que es su debilidad”, manifiesta.

Con una población en Lima que cada vez utiliza más la moto como su medio de transporte, Gianna recomienda sacarse los tabúes de la cabeza, subirse a una y probar. La clave es vencer los miedos y disfrutar. “A las chicas les diría que prueben porque es un lindo deporte, te hace sentir muy empoderada, fuerte, independiente, libre. La moto te rompe el paradigma de dependencia que puedes tener en la cabeza tanto para hombres como mujeres. Es muy terapéutico”, recomienda la motera, que, con sus 52 kilos de peso, ha llegado a conducir motocicletas de hasta 300 kilos.

Mientras da indicaciones a su equipo, del cual está muy orgullosa porque aprenden cada día el uno del otro para brindar un servicio personalizado que entiende las necesidades de un motero, hace un recorrido por su historial de lesiones: dos rodillas, la clavícula, el brazo, las costillas, el pie, el codo.

 

Sin embargo, ello no la aleja de la moto ni lo hará en el futuro. “Creo mucho en el destino, y si no logré terminar el Dakar, fue para que me vaya bien en mis talleres. Este es mi Dakar”, sentencia, contándonos su sueño: tener varios talleres en Lima y provincias. Con su ímpetu y fuerza, estamos seguros que así será.

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